viernes, 4 de abril de 2014

Ludwig van Beethoven: Concierto para violín en re mayor, op. 61

Maxim Vengerov, violín
Poznań Philharmonic Orchestra
Marek Pijarowski, director

El Op. 61 de Beethoven consta de tres movimientos:
  • Allegro Ma Non Troppo (re mayor)
  • Larghetto (sol mayor)
  • Rondo. Allegro (re mayor)
En el verano de 1806, en el que el compositor es invitado a la residencia del Príncipe Lichnowsky en Gratz (Silesia), escribiría su Sinfonía Nº 4 op. 60, en cuya atmósfera sosegada e intimista se perciben las esperanzas que albergaba por entonces el autor respecto a sus amoríos con Therese von Brunswick. La inspiración del momento le hizo acabar la obra con gran rapidez. Quizás por ser menos dramáticamente espectacular que las dos sinfonías entre las que está situada, la Cuarta ha gozado siempre de una fama inmerecidamente discreta. La estancia en casa de Lichnowsky terminó de forma accidentada. Unos oficiales franceses acudieron de visita al palacio y el Príncipe mandó a Beethoven que tocara para ellos. Sintiendo que se le ordenaba como a un criado, el genio montó en cólera y a punto estuvo de golpear a su protector con una silla en la cabeza. En su lugar, rompió su busto. “Príncipes hay muchos, Beethoven hay sólo uno”, fue su escueto mensaje en una nota al abandonar el palacio para dirigirse a pie hasta la localidad más cercana, Troppau. Posteriormente, se reafirmaría en su actitud a través de una carta: “Lo que vos sois lo debéis a vuestros antepasados -escribió- lo que yo soy me lo debo a mí mismo”. Con los años, ambos se reconciliarían, aunque sin la efusión de antes.
Poco después de su regreso a Viena, Beethoven recibió un encargo de Franz Clement, concertino y director de la Ópera de Viena desde 1802. Gran amigo suyo, Clement había dirigido el estreno de la Heroica, y le solicitaba ahora un concierto para violín, a fin de interpretarlo en una gala benéfica que tendría lugar el 23 de diciembre en el Theater an der Wien. Beethoven aceptó pese a no sentir una gran simpatía por el violín; de hecho, a los veinte años había intentado componer un concierto en Bonn, del cual sólo llegó a escribir los primeros 259 compases. Tuvo entonces la idea de rescatar aquella partitura y al repasar lo escrito le pareció que podría ser aprovechado para el nuevo concierto. Aún así, el plazo era extremadamente breve y trabajó a gran velocidad, entregando la partitura muy poco antes de la velada. Clement dispuso entonces de muy poco tiempo para preparar la obra y alguna versión señala que su exceso de confianza en sí mismo le jugó una mala pasada en el momento del estreno, ya que la dificultad del concierto rebasaba a la de cualquier otro que se hubiese escrito hasta la fecha para ese instrumento. Además, y siguiendo una detestable costumbre de la época, Clement dedicó la velada a hacer alarde de su virtuosismo, llegando a intercalar entre el primer y segundo movimiento una sonata suya, tocada sobre una sola cuerda y con el violín al revés. No queda muy clara la reacción del público a la obra de Beethoven: aunque fuera cierto que Clement no estuvo acertado, por no haber tenido o no haber querido dedicar el tiempo que la partitura requería, no parece que los espectadores coincidieran con la crítica, que destrozó el concierto. Otras versiones hablan de éxito, pero moderado. La obra no sería publicada hasta 1808, por la editorial Kunst Comptoir y su dedicatario no sería Clement, como quizás hubiera sido lo lógico, sino el amigo de Beethoven Stephan von Breuning. El pianista y compositor Muzio Clementi pidió a Beethoven que realizara una versión para piano del concierto poco después del estreno y el compositor accedió, añadiendo además unas ‘cadenzas’, algo de lo que carece la partitura original. La edición para piano fue dedicada a la esposa de Breuning. Olvidada durante muchos años, esta peculiar versión se interpreta actualmente en algunas ocasiones, aunque dista mucho de la brillantez que alcanza la obra con la sonoridad del violín solista. Después de esta transcripción, el concierto cayó en el olvido ya que los grandes virtuosos consideraban que era imposible de tocar. Tuvo que ser Josef Joachim, cuando contaba trece años, el que rehabilitase la obra en 1844, a las órdenes de Mendelssohn. A partir de ese momento, el concierto se convirtió en una obra habitual del repertorio. Actualmente, es la obra cumbre del género, junto al concierto de violín de Brahms, aunque curiosamente, el público sigue prefiriendo los de Mendelssohn y Bruch, de menor densidad aunque sumamente encantadores.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.