sábado, 8 de marzo de 2014

L. van Beethoven: Cuarteto de cuerda en si bemol mayor, op. 18 nº 6 "Malinconia"

Cuarteto de cuerda Alban Berg de Viena


Compuesto en el penúltimo lugar de la serie, entre 1799 y 1800, no conocemos datos de su estreno y fue publicado, como los dos anteriores, por Mollo, el editor vienés, en octubre de 1801, dedicando Beethoven toda la obra 18 al príncipe Lobkowitz. La razón de su último lugar en la edición puede estribar en la singularidad de su último movimiento, cuyo título, La Malinconia (la melancolía), suele dar sobrenombre a todo el cuarteto. Episodio de extraordinaria originalidad, muy trabajado según nos prueban los numerosos esbozos conservados, se aparta del mundo neoclásico al que nos han acostumbrado muchos de los cuartetos de esta primera parte, e incluso los demás tiempos de este mismo cuarteto, y abre nuevos caminos que Beethoven recorrerá años más tarde. Para D'Indy se trata de un cuarto movimiento que se resolvería en un quinto (el Allegretto quasi Allegro), donde la alegría vence a la tristeza. La misma partitura, cuando en este hipotético quinto movimiento se rememoran por primera vez las ideas melancólicas, resuelve la cuestión al especificar Tempo I: Se trata, pues, de un único movimiento en el que el pasaje lento cumple funciones de grandioso y enigmático pórtico. Un pórtico, en todo caso, más bello, original y magnífico que todo el resto del edificio.
Primer movimiento: Allegro con brío. 2/2. Si bemol mayor.
Construido en forma de primer tiempo de sonata bitemática, nada en su comienzo hace presagiar la melancolía. Todo en él es alegre, chispeante y hasta hermosamente convencional: D'Indy ha precisado que el segundo tema, expuesto en compactos acordes por los cuatro instrumentos (compases 4-45), es un modelo muy frecuente en la forma conceno, así como su final (compases 63-70), fórmula que suele escucharse en múltiples óperas italianas. El desarrollo, sin embargo, comienza a mostrar algunos signos inquietantes, rotos por extraños silencios; todo se restaura en la reexposición (compás 180), que, junto al desarrollo, hay que repetir según marca la partitura. (Otra cuestión es que se haga).
Segundo movimiento: Adagio, ma non troppo. 2/4. Mi bemol mayor.
En forma de lieden tres partes (A B A), la primera y la última muy similares y con un cierto desequilibrio entre la melodía del primer violín, muy ornamentada, y el acompañamiento de los otros instrumentos; no así en la parte central en el modo menor de la dominante (compases 16-44), más acorde con las conquistas ya realizadas por Beethoven en otros cuartetos. El retorno le permite variantes ornamentales, bellas pero intrascendentes, que conducen a una coda donde se funden con habilidad ambos temas.
Tercer movimiento: Scberzo: Allegro. 3/4. Si bemol mayor.
En la forma habitual, la acentuación de la sexta corchea y las numerosas síncopas que produce su ligadura con la primera del compás siguiente (entre otros recursos rítmicos no menos ricos) consiguen una pulsación inquietante, por desacostumbrada, provocando un cierto desasosiego en el oyente. El trío es muy brillante para el primer violín, que traza un ostinato rítmico de singular eficacia para, tras un  pasaje de transición algo brutal, volver sobre el comienzo.
Cuarto movimiento: La Malinconia: Adagio. Allegreto quasi Allegro. 2/4 y 3/8, respectivamente. Si bemol mayor.
Aunque ya hemos sorprendido al propio Beethoven confesando un punto de partida extramusical en algunos pasajes de estos cuartetos (Romeo y Julieta, los últimos suspiros en el tiempo lento del primer cuarteto, por ejemplo), aquí nos encontramos con una especificación expresa, La melancolía, y una larga petición a los intérpretes: «Questo pezzo si eleve trattare colla più gran delicatezza».


 

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