sábado, 18 de enero de 2014

Dimitri Shostakóvich: Sinfonía nº 1 en fa menor, op. 10




Orquesta Sinfónica de Londres
Valery Gergiev, director



Sinfonía nº 1 en fa menor, op. 10
Finalizada en diciembre de 1925
Estrenada en Leningrado el 12 de mayo de 1926
(Filarmónica de Leningrado
Nikolai Malko, director)

I.  Allegretto – Allegro non troppo
II. Allegro – Meno mosso – Allegro – Meno mosso
III. Lento (attaca:)
IV. Lento –  Allegro molto

Shostakóvich  es parte de la primera generación de compositores rusos formados bajo el régimen comunista, al cual se mantuvo fiel aunque no fue indiferente a la opresión del estado y en algunos momentos sufrió en carne propia la censura oficial. Para Peter Laki, Shostakóvich  hizo en su momento lo que tenía que hacer para poder sobrevivir. Quizás en parte debido a ello, en su producción musical este compositor se muestra como un continuador de la tradición, sobre todo por la utilización de un lenguaje tonal y su preferencia por géneros y formatos asociados con lo clásico, tales como la sonata, la sinfonía y el cuarteto. No obstante, en su música a veces aparecen recursos más modernos como la disonancia y la atonalidad.

En concepto de los estudiosos, el principal aporte de Shostakóvich  lo conforma su obra sinfónica, caracterizada por su colorido y originalidad en el manejo de los timbres orquestales. En efecto, Shostakóvich  es esencialmente recordado como sinfonista –compuso 15 sinfonías que ocupan un lugar de importancia en el repertorio orquestal del siglo XX–, a pesar de tener obras destacadas dentro de otros géneros.

La Sinfonía Nº 1 fue escrita por Shostakóvich como trabajo de grado en el Conservatorio de Leningrado. La partitura fue terminada en diciembre de 1925 y escuchada por primera vez el 12 de mayo del año siguiente. Aunque esta sinfonía fue compuesta cuando Shostakóvich  apenas contaba con 19 años, varios autores coinciden en afirmar que se trata de una obra madura en la que ya se distingue el sello personal de su autor, sobre todo por la presencia del sarcasmo que es característico en Shostakóvich. Según anota Richard Freed, en un lapso de dos años después de su estreno, la obra ya había sido interpretada en importantes salas de concierto en Europa y América, permitiendo al compositor alcanzar renombre internacional desde temprana edad.

La Primera sinfonía de Shostakóvich  es un verdadero prodigio de hermosura. Una obra con un enorme dinamismo, con una espectacular unión de ironía, ritmo, sarcasmo y belleza. Una obra de un compositor joven, muy joven, pero con una madurez extraordinaria, capaz de escribir una obra difícil como esta en sus ritmos y en su significado, plagada de sorpresas instrumentales y sonoras y que desborda vitalidad, magia, encanto y dinamismo.

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