jueves, 7 de noviembre de 2013

Piotr I. Chaikovski: Trío con piano en la menor, op. 50

Natalia Gutman (Cello), Sviatoslav Richter (Piano), Oleg Kagan (Violín)

El Trío en la menor, Op. 50, es una de las grandes obras de cámara de  Chaikovski, contándose entre las más interpretadas en el género, por cierto, sólo cultivado por el compositor ruso en esta ocasión. Con tan magnífica obra, estructurada en dos movimientos, el segundo de los cuales tiene dos partes, Chaikovski rindió homenaje a su gran amigo y consejero Nicolai Rubinstein, ilustre pianista fundador del Conservatorio de Moscú a cuyo claustro de profesores incorporó inmediatamente a Chaikovski como catedrático de composición.
Rubinstein falleció en París el 20 de marzo de 1881 de un ataque al corazón. Su muerte suscitó mil recuerdos felices al bueno de Piotr Ílich, que perduraron a lo largo de aquel año. A finales del mismo decidió emprender una composición a la memoria de un gran artista, para que pudiera ejecutarse en Moscú al conmemorarse el primer aniversario de la muerte. Comenzó a escribir en Roma a comienzos de diciembre y el 9 de febrero de 1882 puso fin a la obra. Como hemos dicho, Chaikovski eligió el trío con piano, género nunca practicado por él, ya que no le gustaba la combinación tímbrica de un violín y un violonchelo, y buena prueba de ello es la ausencia de sonatas para ninguno de estos instrumentos. Pero, por un lado, Nadejda von Meck le había pedido que compusiera algo para su trío particular, cuyo pianista era un joven francés que se firmaba Claude De Bussy (sic). Y por otro, su querido Nicolai fue, ante todo, un magnífico pianista. Surge así una ele las más espléndidas creaciones de cámara de Chaikovski, cuyo estreno tuvo lugar en el Conservatorio de Moscú el 23 de marzo de 1882.

El primer tiempo es de vastas dimensiones. Se titula pezzo elegiaco (pieza elegiaca) y aunque posee la forma sonata tiene un carácter rapsódico bastante libre. Chaikovski no duda en darnos aquí expresivas y hondas melodías, tiernas o nostálgicas, desde el triste comienzo de la pieza hasta su melancólico final. El piano está tratado con el virtuosismo de un solista en un gran concierto.
El segundo movimiento, más largo aún si consideramos sus dos secciones, consiste en un tema con doce variaciones en la primera sección. La segunda es un Finale (Allegro risoluto e con fuoco) cuya esencia constituye la duodécima variación, unida a las anteriores y desarrollada al máximo. El tema sobre el que Chaikovski elabora sus variaciones está claramente relacionado con la melodía que contrasta con el primer tema del primer movimiento. Y este primer tema, de tan noble y sentida tristeza, reaparecerá en la coda del Finale, variada sobre un ritmo de marcha fúnebre. Chaikovski evoca al Rubinstein pianista a través del piano en la décima variación, una mazurca muy chopiniana. En la sexta encontramos uno de los más bellos valses de Chaikovski. Todo el movimiento denota el esfuerzo del compositor por acceder a un esquema formal complejo, evitando caer en la música de salón, riesgo que siempre le amenazaba.

En resumen, una música efusiva y de trazo maestro que honra tanto al artista que la inspiró como a su creador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.