miércoles, 30 de octubre de 2013

Robert Schumann: Quinteto con piano en mi bemol mayor, op. 44

Cuarteto Takács Quartett y Zoltán Kocsis (piano)

Composición; 1842; estreno: Leipzig 8-I-1843
El Quinteto para piano y cuerdas en Mi bemol mayor de Schumann no es solo una de las obras maestras de su autor, sino que es una obra clave dentro de la historia de la música por ser el primer quinteto para piano y cuarteto de cuerdas. Hasta entonces los quintetos con piano solían incorporar el contrabajo, como es el caso del Quinteto de La trucha de Schubert. Pero además, es una obra que invita a la imaginación y cierta mitomanía solo con pensar los ilustres nombres que con ella se relacionan: fue Mendelssohn, ni más ni menos, quien lo tocó por primera vez el 6 de diciembre de 1842 en una interpretación privada –el estreno oficial fue el 8 de enero de 1843–. En febrero de 1843, Wagner tuvo la oportunidad de escucharlo y le escribió una elogiosa carta a Schumann, algo que no ocurrió cuando Berlioz lo hizo poco tiempo después mostrándose algo indiferente. No podía faltar en esta reunión de genios de la música Liszt, quien con motivo de esta obra tuvo un cierto desencuentro con el compositor en 1848. El húngaro habló de la obra de manera despectiva, criticándola por la supuesta influencia de Mendelssohn en ella, algo muy poco adecuado teniendo en cuenta que Mendelssohn había muerto el año anterior y que Schumann sentía un gran aprecio por él.
El Quinteto op. 44 está estructurado en cuatro movimientos el primero de los cuales es un “Allegro brillante” en forma de sonata. El primer tema comienza de manera simétrica con cuatro acordes de blancas que llenan los dos primeros compases, seguido de una segunda frase de negras en los dos siguientes. A continuación viene un breve pasaje muy modulante, de gran complejidad armónica, que genera cierta incertidumbre, pero es solucionada con la repetición del tema principal. Una reaparición que ahora inspira un pasaje mucho más calmado y luminoso gobernado por la dominante. El piano anuncia el segundo tema que entonan primero el cello y luego la viola en su inversión. Schumann reedita aquí la clásica oposición entre un primer tema más agresivo y un segundo más lírico que hace pensar en Schubert. Destaca al final de la exposición la cita que Schumann hace de Bach y su aria “Es ist vollbracht” de La pasión según San Juan.
El siguiente número es de los más sobrecogedores en la obra de Schumann. Se trata de una especie de marcha fúnebre que se inicia en do menor pero que va evolucionando a tonalidades mayores. Sigue una estructura bastante simétrica en forma de lied con una sección central marcada como agitato. La marcha destaca por esos sobrecogedores silencios que contribuyen a darle un tono pensante. En contraposición, el legato de la segunda parte en Do mayor no tiene un aire doliente como cabría esperar, sino que supone una especie de contrapeso anímico. La sección central está en Si mayor y rompe con el tempo lento que preside el resto del movimiento. Salvando las distancias, recuerda un poco al contraste que impone Schubert en la sección central del adagio de su Quinteto para cuerda D. 956. Tras dicha sección central se repite simétricamente la marcha, ahora en Fa mayor y con unos persistentes arpegios en el piano.
El “Scherzo” comienza con un optimista recorrido de tres octavas por la tonalidad de Mi bemol, una idea sencilla que le sirve para construir toda la sección inicial. Contiene dos tríos, el primero de ellos en Sol bemol mayor, recae principalmente en el primer violín, segundo violín y viola, mientras que el piano se limita al acompañamiento. El segundo trío comienza en La bemol mayor y es una especie de perpetuum mobile en el que se van relevando los distintos instrumentos.
La simetría formal de los dos movimientos anteriores contrasta con la complejidad y originalidad del “Allegro ma non troppo" final. Se suele analizar siguiendo la forma de rondó o la forma de rondó-sonata pero difícilmente se pliega a un esquema formal rígido, sino que sigue una estructura bastante libre. El tema principal es puro Schumann: tras confundir con un inicial do menor, pronto queda establecida la tonalidad de Sol mayor que da inicio al movimiento, si bien la tonalidad principal será el Mi bemol. El piano martillea la melodía sobre el trémolo del resto de la cuerda, dando cierta dimensión sinfónica a este inicio. A partir de aquí Schumann desarrolla toda una serie de ideas secundarias que va combinando con maestría. Destaca el empleo del contrapunto con la construcción de dos fugatos –dobles fugatos en realidad–, el segundo de los cuales es preludiado una grandilocuente secuencia armónica que concluye en un acorde de séptima de dominante –Si mayor– al que sigue un calderón sobre el silencio. Este segundo fugato, más monumental, es el que provocó el desafortunado comentario de Liszt definiéndolo como “Leipzigiano” en relación a Mendelssohn. Sin embargo, es una muestra más de la creatividad de Schumann, especialmente hábil a la hora de intercalar pasajes contrapuntísticos en sus obras, jugando con cierto toque académico dentro de una forma marcada por la libertad.

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