miércoles, 20 de febrero de 2013

Wolfgang A. Mozart: Molto Allegro de la Sinfonía nº 40 en Sol menor KV 550

Orquesta Filarmónica de Viena
Riccardo Muti, director

Las sinfonías mozartianas que más expectación han levantado son las tres últimas, compuestas en un breve espacio de tan sólo dos meses, según reza en el catálogo autógrafo del maestro: la “nº 39, en Mi bemol mayor” (relacionada con la logia masónica) data del 26 de junio de 1788; la “nº 40, en Sol menor”, del 25 de julio del mismo año, y la “nº 41, en Do mayor, “Júpiter”, concluida tan sólo quince días después, el 10 de agosto. No existen pruebas de que Mozart las escuchase o las dirigiese en vida, hecho que acrecienta la curiosidad por estas obras y sean elevadas a la categoría de míticas. La concepción de esta gran trilogía final continúa siendo un misterio para los estudiosos, quienes enfatizan su carácter unitario a pesar de presentar múltiples diferencias de orden armónico, estructural e instrumental. Por un lado, las teorías “románticas” defienden el deseo de dejar un testimonio sinfónico antes de la muerte presentida. Hipótesis más pragmáticas apuntan a que fueron causas económicas las que movieron a Mozart a componerlas con la intención de que pudieran venderse fácilmente. Lo que sí es cierto es que, estilísticamente, las tres tienden hacia la síntesis del trabajo temático y motívico de la escritura polifónica, de tal forma que han sido consideradas como complementarias desde la perspectiva estética. En este sentido, Paumgartner ve la “nº39″ como la más terrena, la “nº41″ la más divina.

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