miércoles, 20 de febrero de 2013

Ludwig van Beethoven: Allegro de la Sonata para violín y piano nº 5 en Fa mayor op. 24 "Primavera"

Anne Sophie Mutter, violín
Lambert Orkis, piano 

Esta Sonata podría ser muy bien la más luminosa de todas las que compuso Beethoven para violín y piano, sin que ello implique que la concibiera a la ligera: los célebres primeros compases, por ejemplo, le exigirían mucho trabajo. Por esto debemos contemplarla muy seriamente. Desde la opus 12, una nueva complejidad arropada por una maestría igualmente renovada va haciendo realidad las tempranas promesas y bosquejando el futuro. La sonata "La Primavera" da testimonio perfectamente de este equilibrio. El tema principal del primer movimiento presenta un carácter muy schubertiano: no solamente por su frescura y suavidad, sino también por la expresividad que vuelca Beethoven en él; por ejemplo, en sus cadencias. Pero, pese a todo, se trata de un tema tan claramente "tipo" que, aparte alguna que otra ingeniosa transformación ―particularmente en la coda― el compositor destina todo lo que es esencial de su trabajo creativo al segundo tema y a los motivos que le acompañan. Este segundo tema es particularmente característico: un trazo en semicorchea que concluye en blanca anunciado con todo boato por el registro alto del violín. Más importantes todavía, son quizás, las terceras descendentes, con su ritmo punteado, con el cual el tema arranca: estos fragmentos, sus variantes (intervalos invertidos, por ejemplo), el intervalo ciertamente sorprendente de la figura central son los soportes de este dinamismo latente, de esta plasticidad del movimiento que siempre Beethoven cuidó de expresar. Hasta la re exposición, estos diferentes elementos resultan fáciles de observar. Pero lo que realmente resulta notable es el hecho de que la perfecta elaboración del primer tema excluye su reaparición como un mero y agradable episodio, pues ello correría el riesgo de introducir una falla en la estructura del conjunto. No obstante, su perfil, su silueta, reaparece constantemente; a veces, incluso su hechura toda, pero ya ilusivamente transformada.

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