viernes, 1 de febrero de 2013

Giuseppe Verdi: Ella giammai m'amò!, de "Don Carlo"

Samuel Ramey, bajo

De todas las voces masculinas quizá sea la voz de bajo la que presenta sonoridades más bellas. Pese a que pudiera parecer lo contrario, se trata de la voz más dúctil, la que mayor facilidad tiene para realizar las agilidades y el legato, la más belcantista y la más apropiada para transmitir los matices más diversos, por lo que el carácter de sus papeles abarca desde los cómicos o “bufos” a los de gran solemnidad.
Su obligada extensión para el arte lírico, de más de dos octavas, hace indispensable el conocimiento y uso del registro de cabeza, sin eximir del trabajo (o al menos su intento) del registro de falsete aunque su utilidad pudiera  parecer no muy clara.
Su mayor cercanía al tono medio de la voz hablada facilita en un principio el trabajo sobre esta voz, aunque esa aparente facilidad sea al mismo tiempo causa muy frecuente de errores técnicos.
En efecto, la riqueza armónica de la voz en el registro de pecho y la posibilidad de emitir el registro agudo por el mecanismo de “cobertura”, eludiendo el registro de cabeza, pueden llevar al error (llevan habitualmente al error) de “ensamblar” el instrumento en posición incorrecta, limitando así sus múltiples posibilidades. La voz queda “pesante”, de torpe manejabilidad, con agudos apretados y estrechos o, lo que aún es peor y más frecuente, sin agudos, lo que condiciona notablemente el porvenir del instrumento.
Los mecanismos de imposta, la búsqueda del punto más adelantado posible como aparente generador del timbre, la emisión de un sonido brillante, relajado, con aparente marcada independencia de la “caja armónica” (cavidad bucal, etc.), que tiene sensación de “intensa delgadez” para quien lo emite, es absolutamente igual para todas las voces masculinas. Ese sonido intenso pero “delgado”, responsable del armónico fundamental, arrastrará pasivamente el resto de los armónicos, que serán de bajo en el bajo y de tenor en el tenor.
El bajo profundo es el que presenta la voz más grave y de sonoridad más oscura. Además debe poseer gran consistencia y amplitud en las zonas media e inferior, dado que no es frecuente que se le exija siquiera llegar al pasaje de registro.
En la literatura germánica existen numerosos personajes para esta voz, como Sarastro en La flauta mágica. Así mismo, personajes como Pimen de Boris Godunov, el Gran Inquisidor de Don Carlo, Sparafucile de Rigoletto o Rocco de Fidelio, son apropiados para el bajo profundo, que además de su voz grave y rocosa debe prestarles una apariencia de nobleza y dignidad. En la actualidad resulta difícil encontrar un auténtico bajo profundo, pero el alemán Kurt Moll o el español Miguel Ángel Zapater son bastante apropiados para el caso.

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