jueves, 21 de febrero de 2013

Béla Bartók: Música para cuerda, percusión y celesta Sz 106

Orquesta de Cámara Franz Liszt de Budapest
Bartók compuso algunas de sus mejores obras para el director suizo Paul Sacher. Desde los años 30, Bartók había incorporado elementos de la música barroca en sus composiciones, inspiradas en parte por su exploración de los compositores de teclado pre-clásicos como Scarlatti, Rameau y Couperin.  
La música para cuerdas, percusión y celesta evoca el concerto grosso barroco, con sus dos orquestas de cuerdas antifonales separados por una batería de instrumentos de percusión afinados y no sintonizada.
El movimiento de apertura, Andante tranquillo, es una lenta fuga sobre una melodía cromática que surge de una célula de cinco notas, cada frase subsiguiente crece en longitud y en elaboración. En este punto, las dos orquestas de cuerda comienzan un juego de melodías. Las voces se acumulan en cadena y aumenta la textura de la fuga en cuanto a complejidad. Las implicaciones cromáticas del tema son presentadas a un cumplimiento riguroso disonante. La fuga culmina en su apogeo con un rugido amenazador de los timbales y un golpe fuerte en el tam-tam. A medida que la fuga se pliega sobre sí misma la celesta hace su primera entrada con un acorde arpegiado, misteriosa y remota.
El allegro siguiente está escrito en compás de 2/4 aun cuando se interpolan algunos episodios irregulares; cierto número de impetuosos, exuberantes temas, se derivan del sujeto de la fuga. El oyente no necesita esforzarse por escuchar conscientemente tal derivación: la unidad puede ser "sentida" en el nivel de lo subconsciente. En determinado momento el piano desempeña un rol muy destacado; también intervienen en el discurso el arpa y los tambores y los timbales cumplen asimismo una labor bastante importante. El adagio es uno de los más evocadores ejemplos de música nocturna que pueden hallarse en Bartók. Se trata otra vez de una progresión arreglada en simétrica forma a lo largo de seis secciones: (A) El xilófono destaca un Fa agudo, los timbales suenan suavemente y un misterioso tema brota de las violas; (B) La segunda sección consiste en una fluyente melodía a cargo de violines y celesta; (C) La tercera, se caracteriza por los glissandi ejecutados en la celesta, el arpa y el piano; (D) La cuarta, eje del movimiento, es una sección intensamente percusiva con grandes octavas del piano; (E) La quinta sección combina la fluyente melodía de la segunda con los glisandos de la tercera, y (F) —la última— es una repetición de la primera a la que pone punto final el xilófono. Como se trata de un movimiento cuya forma muy organizada puede ser auditivamente apreciada sin dificultad, no estará de más considerar la oportunidad del siguiente diagrama:
Cada una de estas secciones está ligada a la siguiente con un motivo tomado al tema original de la fuga.
El Finale es un rondó cuyo tema principal es, otra vez, el de la fuga comprimido por así decirlo, en una escala o Lidia que primero desciende, luego asciende, para descender una vez más definitivamente. Las cuerdas pulsan una serie de acordes en La mayor para presentar y acompañar esta melodía.


 

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