lunes, 28 de enero de 2013

Leonard Bernstein: The making of West Side Story


Dieciocho años después de su estreno en Nueva York, el compositor decidió coger la batuta para grabar la música de West Side Story tal y como él la veía, ya que hasta entonces las diversas grabaciones existentes, bandas sonoras originales incluidas, habían sido elaboradas por terceros. Y desde luego su visión contiene cambios notables respecto a las anteriores. Así, por ejemplo, sorprenderá ver que los intérpretes no son teenagers del pop, sino personas maduras de la lírica, que en algunos casos estarían claramente fuera de papel en la escena, aunque canten maravillosamente.
Kiri Te Kanawa y José Carreras son sus protagonistas principales. Desde las primeras secuencias en que son recogidos en su hotel para ser trasladados a la casa de Bernstein y de ella al estudio de grabación, se puede comprobar que para ellos no todo fue coser y cantar, algo frecuente en el mundo operístico o sinfónico cuando hay un director que exige.
De ahí que se vea a Carreras exasperado -porco Dio, exclama en una ocasión- reconocerle al director, quien parece visiblemente nervioso, su dificultad para cantar tal y como aquél lo desea, y repetir una y otra vez Something's coming para finalmente entonar un Maria de una espontaneidad y desenvoltura como jamás pudiese imaginarse de un divo de la ópera, habitualmente muy artificiosos e impostados cuando cantan música popular. Escenas como éstas se producen a menudo en el teatro y durante las grabaciones, y no es del todo improbable que, en algunas ocasiones y llevadas las cosas al extremo, director e intérpretes casi puedan llegar a las manos.
Ciertos asuntos de las grabaciones quedan también al descubierto. En esta grabación se puede observar que algunos monólogos no son efectuados por los protagonistas, sino por una pareja distinta de jóvenes (que curiosamente son los hijos de Leonard Bernstein). De ahí a que en ciertas grabaciones alguna nota extrema -el temible Do de pecho- no sea cantada por el intérprete anunciado sólo hay un paso.
Para los amantes del bel canto hay aquí un momento mágico: la toma de Kiri Te Kanawa en una impresionante versión de Somewhere. Aquellos de espíritu mordaz hallarán ocasión para liberar su ironía en la escena de America.
Después de contemplar este reportaje, que humaniza y desmitifica la música enlatada, nadie puede dudar de las razones por las que muchos aficionados intentan estar presentes en los ensayos generales de óperas y conciertos.

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